La donna del Lago en la ROH, crítica.

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«FLÓREZ RECUPERA LA CORONA»

La Donna del Lago (Rossini). Royal Opera House, 07/06/13. Juan Diego Flórez (Uberto), Joyce DiDonato (Elena), Daniela Barcellona (Malcom), Michael Spyres (Rodrigo), Simón Orfila (Douglas), Justina Gringyte (Albina), Robin Leggate (Serano). Michele Mariotti (Director Musical). John Fulljames (Director Escénico)

El Covent Garden londinense proponía una cita belcantista donde uno de los principales atractivos radicaba en la presencia del prestigioso tenor peruano, Juan Diego Flórez. Si hace apenas unos meses, ofrecía una más que decepcionante encarnación del rol de Nadir, en el Teatro Real de Madrid, la expectación suscitada por uno de sus papeles fetiche, era máxima.

La donna del lago (Nápoles, 1819) se trata de un drama serio del genio de Pésaro, un compositor que pese a sus tempranos inicios artísticos, dejó auténticas obras maestras del repertorio operístico. La obra toma como texto literario el poema homónimo de Walter Scott («The lady of the lake»). A nivel musical, está impregnada de una inspiración músico-dramática que formó parte del compositor a lo largo de su trayectoria. La escritura vocal de sus personajes, marcados por fuentes acentos y ambiciones, formó parte intrínseca de su producción hasta su última ópera, Guillaume Tell, con la que se despidió del mundo artístico.

La obra que nos ocupa aborda un tema recurrente de la ópera decimonónica. El amor secreto de Elena por el joven Malcom, que se ve truncado por los planes de su padre, Douglas, por los cuales habría de casarse con Rodrigo, alguien más acorde a su posición. Como suele pasar, finalmente vence el amor y se celebra la ceremonia entre los dos jóvenes amantes. El siguiente es discordia es el Rey Giacomo V, quien bajo el sobrenombre de Uberto, intenta persuadir a la muchacha protagonista.

Flórez ha venido paseando el rol del monarca desde hace aproximadamente una década. Su contacto con el lenguaje rossiniano surgió inesperadamente en aquellos lejanos 90, y es evidente que hay un nexo de unión muy fuerte entre el intérprete y el autor. Al tenor le favorece la belleza del timbre, que acompaña a una técnica soliviantada que le permite un canto di sbalzo aliviado y desahogado. Le sigue una limpieza ejemplar en la coloratura, lo que le confiere exquisitez y una magnífica resolución del canto lungolegato. Todo ésto quedó patente en su escena principal del segundo acto, «Oh fiamma soave», una auténtica lección de canto por la elegancia y la facilidad con la que resolvió la parte, con violentos y exigentes saltos al sobreagudo, que en el caso de Flórez fluyen con pasmosa facilidad, pareciendo una tarea menor a oídos del espectador. Tampoco deja indiferente un control respiratorio sin parangón. Sin ningún tipo de titubeo ni fisura en el fiato, los momentos de toma de aire resultan a todas luces imperceptibles. Resulta obligado hablar del fabuloso terceto que escribe Rossini para los dos tenores y la soprano protagonista. El compositor configura una auténtica batalla vocal, con saltos de notas emitidas una a continuación de otra, en un confrontamiento entre el trío protagonista, verdaderamente candente.

La vocalidad de la mezzo Joyce DiDonato da para un profundo análisis, pero trataremos de resumirlo brevemente. La cantante, una soprano corta con limitaciones en la octava inferior del registro, posee una innata musicalidad y gusto a la hora de frasear y hacer correr el sonido por el teatro. Sin embargo, allá donde termina la técnica, la intérprete se muestra distante y calculada en el canto, no habiendo lugar para la sorpresa y la imaginación, algo esencial en el repertorio belcantista.

Variedad dinámica y acentos más furiosos presenta Daniela Barcellona, que derrocha italianidad y clase por todas partes. El instrumento presenta resonancias más carnosas y redondas que las de la americana, además de resultar bastante más amplio. Tras el recitativo previo de su aria, se gustó en una messa di voce muy cuidada, que dio paso a la cabaletta posterior. Pese al lógico ensanchamiento de su voz, con la consiguiente pesadez propia de su ampliación del repertorio hacia los roles verdianos, sorprendió al público por la inteligencia con la que logró solventar la amplia coloratura de la parte, sustentada por una línea de canto que recuerda a la gran belcantista que fue.

Michael Spyres es un cantante al que teníamos ganas de escuchar, y que viene pisando fuerte en la actualidad. Es evidente que su gran baza es un registro grave redondo y amplio, algo normalmente inusual en la cuerda de tenor, que el joven cantante saca con una cobertura del sonido fantástica, al igual que un centro con entereza, oportunamente baritonal. Es a partir de la zona de paso al agudo, donde se perciben mayores problemas técnicos al volverse el sonido blanco y excesivamente estrecho.

Siempre es una alegría escuchar a un cantante de tu tierra, triunfar en un teatro extranjero de primer orden. Simón Orfila es un cantante de bastante predicamento en el circuito lírico internacional. Sabemos de antemano lo que ofrece, y en ese sentido no cabe nunca la decepción. Pero al margen de una más que solvente dicción, no del todo fluida, y nobles intenciones por su parte, el menorquín viene acusando desde hace tiempo, notables oscilaciones en el centro, que trata de controlar bajando la barbilla, en busca de resonadores que directamente, no existen. Agradable y amplia voz la de Justina Gringyte como Albina, mientras que el veterano Robin Leggate, mostró oficio como Serano.

El director de orquesta italiano Michele Mariotti, puede considerarse una de las batutas más prometedoras de la actualidad. Comandando una agrupación musical de primer nivel, favoreció una función fantásticamente cantada, a pesar de las limitaciones antes citadas. Conoce el repertorio, al que otorga luminosidad y heroicidad a partes iguales. La obertura inicial, contrastando la velocidad y el aliento, fue prueba irrefutable de su dominio de una orquesta versátil como pocas. No olvidemos el primoroso acompañamiento de las voces, como en las escenas de ambos tenores y el vibrante terceto. Sin duda podemos afirmar que estamos ante un director que dará que hablar. El coro resaltó sus virtudes, mostrando una nítida articulación.

La inicialmente prevista puesta en escena de Lluis Pasqual, vista en París y Milán, fue restituida por una nueva de John Fulljames que prometía más en imagen que en directo. Ambientado en primer término en una biblioteca-museo de donde se extrae a Elena («La donna del lago»), a la cual volverán a colocar junto a su padre y su amante, apenas cambia de decorado hasta un segundo acto donde Uberto aparece, esta vez sí, caracterizado de monarca. No parece tener grandes aspiraciones, ni tampoco afán de protagonismo, lo que favorece a los intérpretes, aunque la escena del sacrificio consiguió sacar las carcajadas del público. No sabemos si esa era su intención.

Autor: Arian Ortega.